sábado, 12 de noviembre de 2011

3

Interior de una iglesia. Estoy dentro del grupo que va a tomar la primera comunión ese día. Hay compañeros del colegio, pero también de la universidad. No hay sacerdote: quien está es Elton John cantando como si fuera el "Live 8". Estoy sentado con mi padre en primera fila. Elton John queda al otro lado, y en el nuestro hay dos mujeres (la más alejada es más guapa) que tocan dos raros instrumentos que se podrían comparar con tambores golpeados por bates de béisbol. De cuando en cuando se alejan un metro de su instrumento y ejecutan sinuosos movimientos de baile. Cerca de nosotros está G., compañera de la facultad. No tiene edad de hacer la primera comunión, sino su edad actual. A pesar de que eran alrededor de las diez de la mañana, al salir es de noche. Camino junto a mi madre, pero con dificultad: en zigzag, como borracho. Eso hace que me avergüence lo que piensen quienes vienen detrás. Doblamos una esquina y le pregunto cuándo será la comunión. Yo creía que sería a las once y media o las doce, pero mi madre dice que a las dos, las tres o incluso las cuatro. Cuando le digan al cura, dice. Seguimos caminando y eso es todo lo que recuerdo.

domingo, 16 de octubre de 2011

2

Situación caótica. En el edificio (de varias plantas, puede que más de veinte) ha habido una explosión. Todos sabemos que la próxima es inminente, que es muy probable que muramos. Pánico, la gente corre despavorida. De pronto veo entrando a un ascensor al presidente de Estados Unidos y otras personalidades. Corro para colarme dentro, pensando que si estoy con ellos estaré salvado. Sé que mi familia está también dentro del edificio, pero con ellos sé que sobreviviré, a ellos no puede pasarles nada. De pronto, una potente explosión. Todo se incendia en el ascensor. Me despierto con la sensación de que he actuado mal en el sueño. No me siento bien por no haber estado junto a mi familia, como si los hubiera traicionado: acabe mal y encima sin su compañía. Saco una conclusión: si uno está en peligro y tiene la posibilidad de elegir, uno siempre debe estar al lado de los suyos, morir con los suyos.

sábado, 15 de octubre de 2011

1

Voy en coche con mi tío, que conduce. En un par de curvas ha estado a punto de salirse de la carretera, va demasiado rápido. En un semáforo, tarda en frenar y chocamos con el coche que había parado delante, que a su vez choca con el que tiene delante, que a su vez choca… Alarmado por el accidente. De pronto veo un autobús que estaba un poco más adelante en la fila del semáforo. Tiene varias lunas totalmente rotas. Pasamos con el coche por su derecha cuando de pronto, inexplicablemente, comienza a levantar las ruedas del lado izquierdo y por lo tanto vuelca hacia nuestro lado. Es azul. Miedo: el autobús va a caer sobre nosotros. Y de hecho cae. Pienso que es el final, incluso me acuerdo dentro del sueño de una vez que soñé que moría en un autobús. Ahora ese sueño me parece premonitorio. Pienso que el metal de la carrocería nos aplastará, pero cuando impacta contra nosotros no sentimos todo el peso del autobús, más bien es como si hubiera caído sobre nosotros uno de esos castillos hinchables donde saltan los niños en las ferias. Es farragoso salir de debajo de ahí, pero lo consigo, lo conseguimos. Alegría inmensa al verme fuera: he sobrevivido. Se forma un pequeño grupo de gente que se ha salvado del accidente. Poco después, caminamos hacia no sé dónde. Por mi izquierda aparece Iturralde González, el árbitro de la primera división española, vestido de negro. Le da la mano a todo el mundo, con mucha firmeza. Ahora me la estrecha a mí. Se aplicará el reglamento, dice. Como si eso significase algo. De pronto estamos saliendo de un sitio. C., amigo del pueblo, va con una chica y dispara a J., compañero del colegio. Varias veces, hasta que lo mata. La chica se sobresalta y le pide explicaciones. Por qué ha hecho eso. C. dice algo de que los abuelos son muy importantes y no se les puede ningunear así como así. Salimos de ese sitio y poco después me veo envuelto en un tiroteo. Pánico: estoy en peligro, lo más normal es que me maten. Me escondo junto a un desconocido detrás de una columna, mientras nos disparan desde el otro lado. Contengo el aliento. Poco después, he salido de detrás de la columna y agito algo blanco pidiendo clemencia. Se acerca un hombre con aspecto de árabe. Estoy sentado en el suelo. Me pregunta: ¿estás contra lo que le están haciendo a Saddam Hussein? Respondo: no. Empieza a pegarme patadas, hasta que rápidamente digo: sí (no había entendido bien la pregunta). Entonces me hace otra pregunta: ¿estás contra…? Vuelvo a responder que sí y entonces me pide que lo acompañe. Me está salvando la vida, librándome de una muerte segura. Empiezo a ver un futuro, desecho la idea de que mi vida acabe aquí. El hombre dice que no me alegre, que me lleva a la mierda: a la guerra (de Irak, entiendo). Tiene algo raro en la mano, como si le faltara el pulgar o algo, pero no le falta el pulgar. Es extraño. Me lleva hasta una C-15. Abro la puerta trasera y subo al coche. Hay otras tres personas, supongo que nos llevan al mismo sitio. Pienso que mi alegría por haber sobrevivido es falsa, que tengo que mentalizarme porque mi vida sigue sin tener ningún futuro. En ese momento me despierto.